jueves, diciembre 28, 2006

'Manhattan' con corazón


'Manhattan' con corazón
La fotógrafa María Manzanera muestra un Nueva York «con sentimiento», en blanco y negro y gran formato que la artista ha ido realizando en sus últimos viajes a Nueva York (en 1991, 1998 y 2000), hasta mediados de enero en Romea 3 en el Teatro Romea de Murcia.
María Manzanera (Murcia, 1946) era todavía casi una niña cuando decidió emplear todos sus ahorros en comprar un daguerrotipo que aún conserva como uno de sus más valiosos tesoros. Desde entonces, su pasión por la fotografía no ha dejado de crecer.

«Yo diferencio entre las fotos hechas con el ojo y las del corazón y los sentimientos», afirma para explicar que ella pone todo su empeño en captar la belleza, «momentos hermosos que a mí me producen bienestar y que me interesa compartir con los demás porque ese instante no volverá a repetirse».

Con su Nikon 100 (una cámara analógica de 35 mm) colgada al cuello, María Manzanera retrató «la belleza de la vida cotidiana» que salía a su paso en Manhattan en los tres últimos viajes en los que cruzó el charco. Fruto de las fotografías realizadas en 1991, 1998 y 2000
Tan elegante como el conjunto de su obra, a través del que ofrece un recorrido por la arquitectura: «Me ha atraído siempre la elegancia de esos edificios, esas líneas perfectas de belleza tremenda que demuestran la increíble capacidad y genialidad de quienes los diseñaron y levantaron»,Manhattan también ofrece un paseo por la naturaleza pacífica de «una ciudad tan activa y de vida tan desorbitada, que me admira que haya en su corazón un lugar de naturaleza con una paz enorme y llena de plantas», dice refiriéndose a Central Park
Manhattan también es una mirada al espíritu bondadoso, inteligente y obstinado de las personas, objetivo inequívoco de su cámara: «Me gusta fotografiar sus expresiones, las que hablan de la mejor parte de su espíritu»,

sábado, diciembre 23, 2006


Mauritius C.Escher(1898-1972)El artista de la ambiguedad
fue un artista holandés, conocido por sus grabados en madera, litografías y mezzotintos, que trataban de representar construcciones imposibles, la exploración de lo infinito, y las combinaciones de motivos que se transforman gradualmente en formas totalmente diferentes.
Su obra experimenta con diversos métodos de representar (en dibujos de 2 ó 3 dimensiones) espacios paradójicos que desafían a los modos habituales de representación.
La obra de Maurits Cornelis Escher ha interesado a muchos matemáticos.


En palabras del autor
"Mis ideas están basadas en mi asombro y admiración por las leyes contenidas en el mundo que nos rodea. Quien se maravilla de algo, toma conciencia de algo maravilloso."
"Lo bueno no existe sin lo malo, y quien acepta la existencia de Dios tendrá que concenderle al diablo, recíprocamente, un puesto del mismo rango. En eso consiste el equilibrio."
"Mi trabajo es un juego, un juego muy serio."

Como artista, M.C. Escher resulta difícil de clasificar. Se han hecho múltiples interpretaciones de sus obras, pero la realidad es que Escher no tenía grandes prentensiones ni mensajes que transmitir, sino que básicamente plasmaba lo que le gustaba. No basa su trabajo en los sentimientos, como otros artistas, sino simplemente en situaciones, soluciones a problemas, juegos visuales y guiños al espectador. Visiones, en ocasiones, que le sobrevenían por las noches, que pasaban por su imaginación y que creía merecedoras de ser plasmadas en sus cuadros.
Los expertos coinciden, y es bastante evidente examinando la mayor parte de sus obras, en que una de sus principales características es la dualidad y la búsqueda del equilibrio, la utilización del blanco y el negro, la simetría, el infinito frente a lo limitado, el que todo objeto representado tenga su contrapartida.

El análisis de sus obras, tal y como definió Bruno Ernst, uno de sus biógrafo, permite clasificarlas básicamente en tres temas y diversas categorías:

La estructura del espacio – incluyendo paisajes, compenetración de mundo y cuerpos matemáticos.
La estructura de la superficie – Metamorfosis, ciclos y aproximaciones al infinito.
La proyección del espacio tridimensional en el plano – Representación pictórica tradicional, perspectiva y figuras imposibles.

CUENTO NAVIDAD


EL CUENTO DE NAVIDAD DE AUGGIE WREN

Le oí este cuento a Auggie Wren. Dado que Auggie no queda demasiado bien en él, por lo menos no todo lo bien que a él le habría gustado, me pidió que no utilizara su verdadero nombre. Aparte de eso, toda la historia de la cartera perdida, la anciana ciega y la comida de Navidad es exactamente como él me la contó(...)

En una pequeña trastienda sin ventanas abrió una caja de cartón y sacó doce álbumes de fotos negros e idénticos. Dijo que aquélla era la obra de su vida, y no tardaba más de cinco minutos al día en hacerla. Todas las mañanas durante los últimos doce años se había detenido en la esquina de la Avenida Atlantic y la calle Clinton exactamente a las siete y había hecho una sola fotografía en color de exactamente la misma vista. El proyecto ascendía ya a más de cuatro mil fotografías. Cada álbum representaba un año diferente y todas las fotografías estaban dispuestas en secuencia, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, con las fechas cuidadosamente anotadas debajo de cada una(...)


Todas las fotografías eran iguales. Todo el proyecto era un curioso ataque de repetición que te dejaba aturdido, la misma calle y los mismos edificios una y otra vez, un implacable delirio de imágenes redundantes. No se me ocurría qué podía decirle a Auggie; así que continué pasando las páginas, asintiendo con la cabeza con fingida apreciación. Auggie parecía sereno, mientras me miraba con una amplia sonrisa en la cara, pero cuando yo llevaba ya varios minutos observando las fotografías, de repente me interrumpió y me dijo:

—Vas demasiado deprisa. Nunca lo entenderás si no vas más despacio.

Tenía razón, por supuesto. Si no te tomas tiempo para mirar, nunca conseguirás ver nada. Cogí otro álbum y me obligué a ir más pausadamente. Presté más atención a los detalles, me fijé en los cambios en las condiciones meteorológicas, observé las variaciones en el ángulo de la luz a medida que avanzaban las estaciones. Finalmente pude detectar sutiles diferencias en el flujo del tráfico, prever el ritmo de los diferentes días (la actividad de las mañanas laborables, la relativa tranquilidad de los fines de semana, el contraste entre los sábados y los domingos). Y luego, poco a poco, empecé a reconocer las caras de la gente en segundo plano, los transeúntes camino de su trabajo, las mismas personas en el mismo lugar todas las mañanas, viviendo un instante de sus vidas en el objetivo de la cámara de Auggie(...)

Me di cuenta de que Auggie estaba fotografiando el tiempo, el tiempo natural y el tiempo humano, y lo hacía plantándose en una minúscula esquina del mundo y deseando que fuera suya, montando guardia en el espacio que había elegido para sí. Mirándome mientras yo examinaba su trabajo, Auggie continuaba sonriendo con gusto. Luego, casi como si hubiera estado leyendo mis pensamientos, empezó a recitar un verso de Shakespeare.

—Mañana y mañana y mañana —murmuró entre dientes—, el tiempo avanza con pasos menudos y cautelosos.

Comprendí entonces que sabía exactamente lo que estaba haciendo.


A principios de esa misma semana me había llamado un hombre del New York Times y me había preguntado si querría escribir un cuento que aparecería en el periódico el día de Navidad. Mi primer impulso fue decir que no, pero el hombre era muy persuasivo y amable, y al final de la conversación le dije que lo intentaría.Pasé los siguientes días desesperado; guerreando con los fantasmas de Dickens, O. Henry y otros maestros del espíritu de la Natividad. Las propias palabras “cuento de Navidad” tenían desagradables connotaciones para mí, en su evocación de espantosas efusiones de hipócrita sensiblería y melaza.