
El roció prende los dorados rayos de la mañana, la piel de sus huesos rezumba vida, despereza su sueño abriendo los ojos a una habitación dibujada por fotos de todos los estilos desde cuadros famosos hasta rostro familiares no tan famosas, múltiples paisajes la rodean y vuela su mente aún en el reino de Morfeo.
Los peludos brazos todavía la abrazan, los deliciosos besos aún marcan su pecho, entre sus piernas sigue rozando el deleite.
Despejando sus parpados de matutinas legañas encuentra la fría habitación más enorme que lo acostumbrado, él se ha marchado dejando como único recuerdo su aroma.
Calentando su cuerpo bebe un capuchino con una tostada, no enciende ninguna música ninguna maquina con hilo lingüístico ya que cualquier sonido puede traer su voz y su risa. Todavía pegajosa del candor de las sabanas y sin sentir la luz del astro arrastra su pesado caminar a una pequeña ducha de cortinas verdes manzana.
Tira a las húmedas baldosas su tela fina introduciéndose de un salto a la neblina que cubre su pequeño santuario de paz y silencio.
Mientras el translucido líquido le confecciona un traje de suave caricia piensa en las clases de amor que puede tener una persona; el amor puede ser pasajero parte del camino que te detiene por un instante de placer para seguir sin mayor huella en tu alma, otras eres un absoluto estupido dando, dando y dando no solo renunciando a tu sendero sino bloqueándolo por la persona que egoístamente decides amar trazando una espiral de dependencia sin sentido, hay amores sin embargo de larga duración que deciden caminar a la par pero sin separarse de sus respectivos cursos. Pero por muchos tipos que halla todo puede morir en un suspiro, eso lo que temen sus fascinantes facciones.
Después la áspera y desgastada toalla envuelve su forma como un abrazo materno, transportándola a la infancia que no había mayor preocupación. Olvidando un instante las triviales preocupaciones éticas, morales y sociales.
Pero recuerda su dulce cabellera estas palabras:
"El hombre actual ha nacido
o bien para vivir entre las convulsiones de la inquietud,
o bien en el letargo del aburrimiento."
Voltaire

