
" No hay en nuestra casa más que un lecho, demasiado ancho para ti, un poco estrecho para nosotros dos. Es casto, blanco del todo, desnudo del todo; ningún cubrecama oculta, en pleno día, su honesto candor.
Los que entran aquí no saben que cada noche el peso de nuestros cuerpos juntos ahonda un poco más, bajo su mortaja voluptuosa, ese valle no más amplio que una tumba:
¡Oh, nuestro lecho desnudo! Una lámpara deslumbrante, inclinada sobre él, lo desviste más todavía. No buscamos, en el crepúsculo, la sombra sabia, de un gris de araña, que filtra un dosel de encaje; ni la luz rosa de una lamparilla color de conchas marinas... Astro sin alba y sin ocaso, nuestro lecho no cesa de irradiar más que para hundirse en una noche profunda y aterciopelada."
Collete, con manos revolucionarias para su época, narra la pasión que ardia en el interior de todos los amantes.
