domingo, marzo 20, 2016

LA COMPASIÓN.  Fruto de la bondad no de la pena.



En el ser humano existe una tendencia interna e instintiva hacia la bondad y la compasión, hay un techo invisible de bondad que sostiene la cohesión de la sociedad, de las familias, de las amistades y de los amores. 

El psicólogo Daniel Coleman explica que el cerebro tiene una predisposición hacia la bondad. Poseemos dentro de nosotros una inclinación a sentirnos mal y vibrar con el sufrimiento del otro y un impulso visceral a intentar aliviarlo. 

De esa fuerza natural de amor nace la compasión. 

Entendiendo la compasión no como invitación a la tristeza (conmiseración) o a sentir pena o condescendencia, sino como benevolencia altruista, como una forma activa de bondad
La empatía es la capacidad de resonar con lo que siente el otro ser, y puede acabar resultando agotadora sino se sustenta y esta infundida de amor compasivo y de una profunda confianza en la bondad última del ser humano.

Matthieu Ricard en un experimento donde observó imágenes de extremo sufrimiento de huérfanos comprendió que no podía soportar la situación sin la ayuda de la compasión, pues la empatía sin compasión fue insuficiente, cuando comenzó a enviarles amor e imaginó que los abrazaba y encontraba formas de ayudarlos empezó a sentir que podía ver el sufrimiento sin dejarse arrastrar por él.

El dolor y las emociones siguen afectando a las personas pero cuando la compasión refuerza la capacidad empática afrontar las situaciones de sufrimiento, tanto interno como externo, se llevan con más equilibrio mental y emocional.


Las emociones negativas son naturales, no es necesario condenarlas, pero si conocerlas e identificarlas para que nuestra actitud  sea  de aceptación, resiliencia  y determinación de hacer lo que haya que hacer, todo esto se consigue con una mente sosegada y abierta, alimentada por la compasión; la benevolencia altruista y la bondad que ilumina nuestro interior.